"Mi aliento vino a ser extraño a mi mujer, aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba. Aun los muchachos me menospreciaron; al levantarme, hablaban contra mí, Todos mis íntimos amigos me aborrecieron, y los que yo amaba se volvieron contra mí. Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos, y he escapado con sólo la piel de mis dientes. ¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí! Porque la mano de Dios me ha tocado. ¿Porque qué me perseguís como Dios, y ni aun de mi carne os saciáis? /Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas! ¡Quién diese que se escribiesen en un libro; que con cincel de hierro y con plomo fuesen esculpidas en piedra para siempre! Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo (Job 19:17-25).
Considerando que Dios ha unido a los hombres para que uno pueda sostener al otro, y que cada uno pueda tratar de ayudar a su prójimo, y que, cuando no podamos hacer ninguna otra cosa mejor, podamos tener piedad y compasión el uno para con el otro; si luego ocurre que quedamos desprovistos de toda ayuda, que somos molestados de todas partes, y que nadie muestra humildad hacia nosotros, sino que cada uno es cruel, semejante tentación es muy difícil de sobrellevar. Y es por eso que en este pasaje Job se queja de que no hubo ni esposa, ni amigos, ni sirvientes que se hubieran apiadado de él, sino que todo el mundo lo había rechazado. Ahora, viendo esto debiéramos aplicarlo a nosotros mismos; porque (según lo hemos discutido ayer) Dios permite que los hombres nos fallen, que cada uno se aparte de nosotros, para que cuanto antes podamos volver para verle a él. En efecto, mientras tenemos algún sostén del lado del mundo no esperaremos en Dios como debiéramos; más bien mantendremos nuestra atención aquí abajo; porque también nuestra naturaleza está totalmente inclinada en ese sentido, y estamos demasiado dados a ello. Entonces algunas veces Dios, queriendo acercarnos a sí mismo, nos dejará desprovistos de toda ayuda humana. O quizá sea para humillarnos; porque nos parece que ciertamente tendría que acordarse de nosotros, y que somos dignos de ello y que todo el mundo se enceguece con semejante presunción. Entonces, nuestro Señor quiere instruirnos en la humildad usando ese medio; que cada uno nos odie, que seamos rechazados por grandes y chicos. Cuando ello ocurra tendremos que pensar que no somos como habíamos supuesto. Pero, aunque esto pueda ocurrir, si sucede, sepamos que todavía no hemos sido rechazados por Dios; porque vemos que Job todavía tiene acceso a él, y que no es desengañado en su intento, puesto que Dios le extendió su mano, aunque los hombres lo habían rechazado y habían supuesto que seguramente no quedaba más esperanza para él; fue entonces cuando Dios consideró mostrarle su misericordia. Entonces, confiemos en esto. Además, seamos instruidos a cumplir con nuestro deber con aquellos que están afligidos, siguiendo lo que he dicho, que él nos ha puesto juntos, y nos ha unido, a efectos de que tengamos una comunidad; porque los hombres no deben separarse enteramente entre ellos. Es cierto que nuestro Señor ha designado a la policía1 para que cada uno tenga su casa, que tenga su hogar, su esposa, hijos, y que cada uno esté en su lugar; no obstante, ninguno debiera eximirse de la vida común diciendo, "Voy a vivir la vida sólo para mí." Esto sería vivir peor que una bestia bruta. ¿Qué entonces? Sepamos que Dios nos ha obligado a ayudarnos el uno al otro; y, al menos, viendo que alguno está necesitado, aunque no podamos hacerle el bien que quisiéramos, seamos humanitarios con él. Si ni siquiera hacemos esto, separamos que en la persona de Job el Espíritu Santo pide aquí venganza contra nosotros; porque no hay ninguna duda de que Job (agitado por sufrimientos grandes y excesivos) todavía era gobernado por el Espíritu de Dios, y especialmente en cuanto a los principios generales, es decir, con respecto a las declaraciones que pronunció. Y ya hemos declarado que ellas implicaban doctrinas provechosas. Entonces, notemos aquí que el Señor declara que somos demasiado crueles si al ver a un hombre pobre y afligido, sin tratar de ayudarle nos alejamos de él.
Notemos también que a veces podemos deducir buenas doctrinas de cosas dichas al pasar en las Santas Escrituras. Como Job aquí, hablando de su esposa dice, mi aliento vino a ser extraño a mí mujer aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba. Esto demuestra que los hijos debieran añadir al amor entre marido y mujer. Porque cuando Dios bendice a un matrimonio con descendientes ello debiera incrementar el afecto para vivir en mayor concordia. Es algo que los paganos han sabido bien; pero es algo escasamente observado por aquellos que ciertamente debieran ver las cosas con mayor claridad. ¡Y qué condenación habrá para los creyentes que se jactan de haber sido enseñado a los pobres ignorantes que viven como a ciegas! Hay entonces, paganos que han confesado que los hijos son como prendas2 para confirmar mejor el amor entre marido y mujer, para mantenerlos en paz y unión. A continuación Job dice que ha rogado a su mujer por amor de los hijos que había engendrado por medio de ella. Pero esto no la conmovió en lo más mínimo. Entonces, esto demuestra que es algo contra la naturaleza y que en esta situación su mujer demostró ser como una bestia salvaje. Notemos entonces que aquellos que no pueden seguir este orden aquí son amonestados al pasar, como si el Espíritu Santo hubiera pronunciado una sentencia explícita contra ellos. Sin embargo, vemos a muchos que no tienen discreción aunque Dios les ha dado la gracia de tener muchos hijos. Aquí hay un hombre que quisiera vivir con su mujer; es cierto que el matrimonio en sí ya es algo tan sagrado que esta sola palabra tendría que ser suficiente cuando se dice, "Los dos serán una sola carne," para que el hombre considere la unión con su mujer más preciosa que la que tendría con su padre y madre; pero si Dios aun añade, como confirmación sobreabundante de esta gracia, que el matrimonio produce hijos, y aun así los hombres y mujeres son tan brutos para no ser inducidos e incitados por esto a amarse aun mucho más, ciertamente demuestran una ingratitud por demás despreciable. Ahora, (como ya lo hemos dicho) este es un asunto muy escasamente platicado entre los cristianos; entonces, debemos sacar provecho de esta palabra, aunque aquí se la menciona sólo incidentalmente.
Job, a efectos de añadir al mal, dice, que amigos y los hombres de mi consejo, aquellos a quienes estaba acostumbrado a comunicar todos sus secretos, se han vuelto contra él o quizá se han burlado de él, indicando que ya no lo tenían en cuenta. Y que no solamente lo despreciaban los que tenían alguna reputación, sino también los más insignificantes, los más desgraciados. Job indica, en resumen, que se encuentra desprovisto de toda ayuda, viendo que sus amigos le han fallado. En segundo lugar, que su vergüenza ha sido tal que los más despreciables del mundo no se han dignado a considerarlo de su misma categoría. Ciertamente tuvo que decir que su aflicción era grande, viendo que no había nadie que lo reconociera como miembro de la compañía de los hombres, sino que ya estaba más que exterminado. Esto es, en resumen, lo que Job quería decir. Ahora (como ya lo hemos mencionado), Dios quería entrenarlo por esos medios, a efectos de que nos sirviera de ejemplo. Entonces, si ocurriera que nuestro prójimo más cercano fuere nuestro enemigo mortal, que nos persigue, aprendamos a volver corriendo a Dios, y a sobrellevarlo pacientemente, viendo que a Job le ocurrió antes que a nosotros. Y recordemos también lo que se dice de nuestro Señor Jesucristo, ya que él pertenece a todos los miembros de la iglesia, "El que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañal."3 Esto tiene que cumplirse en todos los creyentes, y por eso el Señor Jesús nos ha mostrado el camino, para que no nos sintamos demasiado ofendidos cuando somos conformados a su imagen. Hemos de ver entonces todos los golpes, notar que los hijos de Dios serán traicionados y perseguidos por aquellos en quienes tenían plena confianza y con quienes habían tenido gran intimidad. Bien, este es un asunto sumamente difícil, nadie puede negarlo, y cuando experimentemos este mal alcanzará para hacernos perder el coraje; pero puesto que nuestro Dios nos ha declarado que así tenía que ser, y que nos ha dado un testimonio de ello en la persona de su único Hijo, hemos de pasarlo por alto, y someterlo a esta condición. Es algo que debemos observar en este pasaje.
Ahora venimos a lo que Job agrega. "Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, porque la mano de Dios me ha tocado," dice Job. Es cierto, cuando vemos que Dios castiga a los hombres, debemos glorificarle diciendo, Señor, eres justo." Pero hay una consideración especial en cuanto a Job, y es que Dios no lo castigaba por faltas que había cometido, sino por otro propósito. De todos modos, consideremos cuál hubiera sido el caso si hubiera sido castigado conforme a sus merecimientos. Y cuando veamos a un pobre malhecho a quien Dios ha llevado a su condenación, debemos ser tocados en nuestro interior, al menos por dos razones: Una es que si cada uno se mira a sí mismo, veremos que Dios tendría que castigarnos con mayor severidad si se complaciera en visitarnos de acuerdo a nuestros merecimientos. Todo aquel, entonces, que se considere a sí mismo, verá que es culpable para ser castigado por Dios, tan severamente como aquellos que se han endurecido; consecuentemente debemos mirarlos piadosa y compasivamente. Por lo tanto, nuestros vicios y nuestras iniquidades debieran hacernos humildes. Allí hay una persona, pobre y miserable; se ve que Dios la está persiguiendo; es algo horrible. ¿Pero qué de ello? Hay causa suficiente para que Dios también me castigue a mí; entonces debo humillarme, y debo verme a mí mismo en la persona de aquel. Ese es un tema. Y luego veamos a una persona que haya sido extremadamente afligida por la mano de Dios, sepamos que la misma no sólo fue igualmente creada a la imagen de Dios, sino que también es nuestro prójimo, como si fuera uno con nosotros. Todos somos de una naturaleza, tenemos una misma carne, pertenecemos a la humanidad, es decir que procedemos de un mismo origen. Siendo así, ¿no debemos pensar el uno en el otro? "Además, veo una pobre alma que va a perecer; ¿no debiera tenerle compasión para aliviarla si ello está en mi posibilidad?" Y, aunque tal vez no tenga los medios, debo aspirar a hacerlo. Estos son (digo) los dos motivos que deben motivarnos a la piedad cuando vemos que Dios aflige a los que son dignos de ello. Entonces, cuando pensemos en nosotros mismos, ciertamente seríamos muy duros y estúpidos, si no hemos tenido piedad de aquellos que son como nosotros, como cuando hemos reconocido: "Aquí hay una person formada a la imagen de Dios, es un alma que ha sido comprada por la sangre del Hijo de Dios. Si ella perece, ¿acaso no es algo que debe afectarnos?"
Es por que ahora Job dice, "amigos, tened compasión de mí, porque la mano de Dios me ha tocado." Para entender esto mejor aun, debemos considerar la siguiente declaración, "Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo."4 Entonces, cuando vemos algún castigo enviado por Dios, debemos sentir temor, aun cuando Dios nos esté persiguiendo. Yo estaré en paz, y aparentemente Dios no me tocará, sin embargo, veré cómo castiga a uno, cómo aflige a otro; ¿acaso no es asombroso? ¿Acaso vamos a esperar hasta que Dios nos golpee fuertemente en la cabeza? Sería por demás despreciable. Pero cuando vemos que quiere instruirnos a expensas de otros, debemos considerar la causa por la que castiga así a los hombres. Como nos lo muestra San Pablo (Efesios 5:6). No dice, "Teman porque la ira de Dios vendrá sobre ustedes;" lo que dice es, "Amigos míos, vean cómo Dios castiga a los incrédulos, y cómo los guarda a ustedes; entonces debieran saber que es para instrucción de ustedes cuando muestra alguna señal de su ira sobre los hombres." Notemos entonces esta frase del apóstol, es decir, "Cosa horrenda es caer en las manos de Dios;" y cada vez que ejecute algún castigo, permitamos que ello nos afecte. Que esto nos sirva ahora para una instrucción completa a efectos de apiadarnos de aquellos que sufren diciendo, "¡Ay! He aquí una pobre criatura; si fuera afligida por un hombre mortal se le podría dar algún alivio; pero es Dios quien se le ha vuelto en contra. ¿Pero acaso no hemos de tenerle piedad viendo esto?" Si alguien responde diciendo, "¿Acaso no sería resistir a Dios si tenemos piedad de aquellos que son castigados por sus faltas? ¿No sería como querer interponernos, contra la justicia de Dios?" No, porque ciertamente podemos tener estos dos motivos: (1) aprobar la justicia de Dios, dándole gloria y honor por lo que hace; y, sin embargo, (2) permitirnos un sentimiento de piedad hacia aquellos que son castigados, dado que nosotros merecíamos tanto o más, y puesto que debemos buscar la salvación de todos, sea la de nuestro prójimo cercano o la de aquellos con quienes nos une algún lazo interpuesto por Dios. Es como cuando aprobamos la justicia terrenal que solamente como un pequeño espejo de la justicia de Dios, aunque la aprobamos nos permitimos sentir compasión por el malhechor. Cuando un criminal es castigado, no se dice que fue tratado injustamente ni que hubo crueldad en el juez. Ante tal caso se dice que quienes fueron constituidos para ejercer justicia se perciben de su tarea y ofrecen un sacrificio aceptable a Dios sentenciando a la muerte el criminal; sin embargo, nos permitimos sentir piedad por una pobre criatura que sufre a consecuencia de sus malas obras; si ello no nos conmueve es que no hay humanidad en nosotros. Si esto lo reconocemos en la justicia humana, que solamente es como un pequeño destello de Dios; al acercarnos a su trono soberano, les pregunto, ¿no debiéramos, en primer lugar, glorificar a Dios por todo lo que hace, sabiendo que es justo y equitativo en todo y por medio de todo? No obstante, esto no nos impedirá (como he dicho) de: (1) que tengamos compasión de aquellos que están sufriendo, de cuidar de ellos y aliviarlos; y, cuando no podamos hacer nada mejor, (2) desear su salvación orando a Dios que al final él quiera hacer que las correcciones de su mano sean provechosas para atraerlos nuevamente a sí mismo; que no permita que sigan endurecido enfureciéndose contra su mano.
Esto digo, es la base, sobre la cual Job pide y exhorta a sus amigos a que se apiaden de él. Se dirige especialmente a aquellos que le son más cercanos; porque, si bien Dios puso cierta unidad entre los hombres en general, es decir, los ha unido a todos (como ya hemos dicho) y que no debieran separarse los unos de los otros; de todos modos, Dios nos obliga doblemente cuando tenemos, ya sea algún parentesco o algún otro lazo; ya sabemos que los parientes debieran sentirse impulsados a tener más amistad privada los unos con los otros; porque tratándose de parientes Dios ha puesto a los hombres como se pueden poner a las bestias, bajo yugo, diciendo según el dicho, "las bestias brutas no enseñarán lo que debemos hacer." Si dos bueyes están bajo un yugo y uno quiere rebelarse, ambos se atormentarán mutuamente; y si no están dispuestos a trabajar juntos de común acuerdo, para luego beber y dormir juntos, se convertirán en sus propios verdugos. Así es con las personas cuando Dios pone a unos cerca de otros, cualquiera sea la forma; es como si quisiera atar a ambos bajo el mismo yugo para ayudarles a sostenerse el uno al otro; y si son rebeldes, si son peores que las bestias brutas, ¿qué condenación merecerán recibir sobre sus cabezas? Entonces, notemos bien, que según Dios nos une, dándonos los medios para comunicarnos mutuamente, también nos compromete el uno con el otro. Porque una persona será tanto más dada a su amigo, aunque nuestra caridad debiera ser general, y aunque debiéramos amar a aquellos que Dios nos encomienda, que incluso pueden ser nuestros enemigos mortales. De todos modos el marido será más dado a su esposa, el padre a sus hijos, los hijos a su padre, y los parientes los unos a los otros; y, en general, debemos reconocer todos los grados de amistad que Dios ha puesto en el mundo.
Ahora Job agrega, "¿Por qué me perseguís como Dios? " Ciertamente parece que esta frase no es muy razonable aquí; porque se dice (como ya lo hemos mencionado) que los justos lavarán sus manos en la sangre de los inicuos. Entonces debiéramos regocijarnos al ver que Dios castiga a los malvados. Pero Job afirma aquí que uno no debiera perseguir a los que Dios persigue. Pero esta cuestión ya fue solucionada cuando dijimos que podíamos muy bien estar de acuerdo con la justicia de Dios y sin embargo, permitirnos un sentimiento de piedad hacia aquellos que sufren, y ayudarles, si está en nuestro poder hacerlo; porque por lo menos hemos de sentirnos impulsados a desear su salvación. Por lo tanto sería una crueldad si perseguimos a los hombres como Dios. ¿Y por qué? Porque cuando Dios aflige a los hombres (no digo a los justos como Job, sino a aquellos que han vivido en el mal, que han llevado una vida malvada) no es que vayamos a levantar nuestra cabeza contra ellos, y que los vayamos a molestar aun más; sino que él quiere, en primer lugar, que cada uno de nosotros pueda aprender a condenarse a sí mismo en la persona del otro. Veo que tal individuo ahora es castigado por las caras de Dios. ¿Y por qué? Por sus pecados. Ahora bien, ¿acaso no es Dios el juez de todo el mundo? Entonces, esto me incluye a mí, porque ¿acaso soy inocente? ¡Ay! No hay sino demasiadas faltas, y todas son faltas despreciables. Así es entonces, como uno debiera condenarse en la persona de otro cada vez que contemplamos en otro los castigos enviados por Dios; además Dios también quiere instruirnos en la piedad y compasión. Si seguimos este orden, no podremos equivocarnos; pero, si venimos a atormentar a aquellos que ya tiene demasiado mal, ignorando nuestras propias faltas, ¿no sería ello una crueldad? Queremos usurpar la función de Dios para ser jueces; más bien debiéramos pensar en lo que se dice, "Todos debemos comparecer ante el trono del juicio de Dios." Es cierto (como ya lo hemos dicho) que Dios tiene que ser glorificado a través de todos los castigos que envía a los hombres; pero esto no significa que cada uno se exima de condenarse a sí mismo, ni de estar sujeto a algún tipo de humanitarismo por medio de esto; así sabremos que Dios tiene que ser el Juez de todos. Y es por eso que Job argumenta correctamente con sus amigos afirmando que ellos lo persiguen como Dios. Entonces, notemos bien esto, si Dios mostró su venganza sobre aquellos que le ofendieron, ello no significa que quiera animarnos a ser inhumanos y a enfurecernos con los pobres pacientes cuando están totalmente derrotados; más bien quiere que tengamos compasión de ellos.
Además Job acusa aquí a sus amigos de crueldad, diciendo que no se satisfacen con su carne. "¿Por qué," dice Job, "ni aun de mi carne os saciáis?" Es cierto que aquí usa una figura del lenguaje; porque cuando nos oponemos así (como ellos dicen) a nuestros semejantes, es como si quisiéramos devorarlos vivos; y nosotros también usamos esta manera de hablar en nuestro lenguaje común. Así como una persona se deleita en comer, comiendo y bebiendo; también aquellos que son crueles contra sus semejantes, parecieran querer prepararse su comida, parecieran querer comerlos y devorarlos con vida. Es por eso entonces que Job dice, "¿Por qué ni aun de mi carne os saciáis?" Porque cuando vemos que el mal de nuestros semejantes es cada vez mayor, y nosotros todavía no estamos satisfechos, y aun añadimos al mal de ellos, ello es una crueldad demasiado grande, es como comerlos. Esta circunstancia entonces tiene que ser notada cuando Job dice, "Por lo menos sus amigos debieran estar satisfechos al verlo tan derrotado. ¿Qué más quieren? Estoy que no doy más, ya no soporto más." Es algo natural que cuando hemos buscado todos los medios para vengarnos, si luego le ocurre la peor de todas las aflicciones, nuestra ira se aplaque. Ahora, no estoy diciendo que este sentimiento aquí deba ser considerado como una virtud; porque los paganos, aunque fueren malvados, aunque suponen que la venganza les es permitida, sin embargo, tenían la consideración de apaciguarse viendo que sus enemigos eran molestados de tal manera que ya no tenían necesidad de infligirles nada con sus propias manos. ¿Cómo es eso? Aquí hay una persona que le ha hecho daño a alguien; o quizá la persona ofendida alentará el deseo de vengarse, si le fuera posible. Sin embargo, Dios se le anticipa y la manda una gran calamidad al ofensor. Entonces el hombre que había estado amargado y solamente deseaba la ruina de aquel a quien odiaba, ahora dirá, "Realmente, ¿qué más haré?" Ahora está tan derrotado que incluso es digno de piedad, ya ha tenido lo suficiente." Así es entonces cómo el fuego será extinguido naturalmente cuando hemos sido la persona más irritada del mundo contra alguien, viéndole en aflicción. Esto (como he dicho) no es virtud ni debe ser tenido en cuenta como un servicio a Dios ni como caridad. Sin embargo, si esto es una inclinación natural aun entre los paganos, ¿qué de aquellos que en el día de hoy no están satisfechos cuando ven a sus enemigos perseguidos a más no poder, pero que sin embargo no se sacian y aún quisieran devorarlos? Y si es condenable cuando uno no está satisfecho con las aflicciones que Dios manda a los enemigos, ¿cuánto más condenable será actuar así respecto de los amigos? Entonces los que tienen semejante crueldad sepan que no son dignos de ser considerados como parte del número de los humanos. Todo aquel entonces, que quiere cumplir con su deber, no solamente debe dejarse apaciguar por el mal y la aflicción de sus enemigos, sino que debiera sentirse impulsado a la piedad; y en vez de buscar venganza debiera, más bien, estar dispuesto a ayudarles todo lo que puede; porque no hay duda, cuando Dios envía alguna aflicción a nuestros enemigos, y a aquellos que nos han irritado, él desea suavizar la malicia y la mala voluntad que hay en nosotros, quiere cambiar en nosotros aquello que nos motiva a estar mal intencionados respecto de nuestros semejantes. Y si ahora Dios nos llama a ser humanos, y nosotros vamos en dirección totalmente opuesta, ¿no es como oponernos abiertamente a él? Entonces, notemos bien, cuando Dios aflige a aquellos que nos han hecho algún mal y nos han herido, es para suavizar el rencor que hay en nuestro corazón; y si previamente habíamos estado enojados y ofendidos, o si hemos deseado venganza, Dios quiso moderar todos esos malos sentimientos en nosotros; él quiere inducirnos a la compasión y al humanitarismo. Esto es lo que debemos notar de este pasaje.
Ahora Job todavía agrega algunos otros lamentos referidos a sus miserias, diciendo, "Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos, y he escapado con sólo la piel de mis dientes." Esto es para expresar mejor la proposición que ya hemos discutido, es decir, que sus enemigos ciertamente debieran estar satisfechos aunque fuesen semejantes a bestias con el único anhelo de devorar. Y ¿por qué? "Porque" dice, "ustedes ven en qué estado me encuentro. ¿Qué más quieren? ¿Acaso alguien puede desear mayor mal a una persona que el que Dios me ha mandado?" Ahora, cuando dice que su piel se le ha pegado a los huesos, es como si dijera que se ha secado completamente, que es como un cadáver, que ya no hay jugo ni sustancia en él. Al decir que ha escapado con la piel de sus dientes, es para indicar que no hay salud en él sino en sus encías, o que su piel se asemeja a sus encías, porque cuando la infección se ha esparcido en el cuerpo, la piel ya no se ve seca; tendrá, en cambio, el aspecto de las encías, es decir, cuando la descomposición se dispersa, todo es carcomido, y la carne se verá ensangrentada, y brotará mitad sangre y mitad agua, como de una herida, como también vemos que una herida tiene el aspecto de las encías. Así que entonces, Job está diciendo aquí que su aspecto humano estaba tan desfigurado que ya no se lo reconocería. Ahora, habiendo llegado a tal extremo, ¿No era razonable que sus amigos se dieran por satisfechos? Entonces, aquí se nos amonesta a tener más consideración que de veras tenemos de las aflicciones de nuestros amigos; y que, cuando Dios les envía algunas calamidades, debiéramos orar a él que nos quiera dar la gracia de tener nuestros ojos más abiertos para considerarlos, y de tenerlos bien en cuenta, para que puedan inducirnos a la piedad; que cada uno se ocupe de aplicar este remedio, lo mejor que puede; y que aun al final debiéramos esperar que siendo tocados por la mano de Dios, él manifiesta su misericordia.
Ahora, puesto que Job era acusado por sus amigos de haber blasfemado contra Dios, y de haberse justificado a sí mismo sin razón alguna, y de haberse enceguecido en sus vicios, sin reconocerlos; en vista de ello Job dice, "¡quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas! que con cincel de hierro y con plomo fuesen esculpidas en piedra para siempre, y como memoria permanente." Hablando de esa manera Job declara que no en vano ha conservado su inocencia, y que solamente teme aquello que sería un reproche para él delante de Dios; sabe que tiene buena causa para hacerlo. En resumen, esto es lo que sostiene. Ahora, es muy cierto con respecto de las declaraciones de Job, algunas eran exageradas. Dijo muchas cosas extravagantes; porque él mismo no se controlaba, y aunque tenía un fundamento bueno y razonable, y aunque su caso era aprobado por Dios, no obstante la presentación que él hacía era deficiente (como ya lo hemos dicho anteriormente) y muchas palabras escapaban de su boca que eran dignas de condenación. Entonces, ¿por qué dice ahora que quisiera que sus declaraciones fuesen asentadas por escrito? ¿No es acaso para traer doble condenación sobre su cabeza? Notemos que Job lo consideraba como principio, sin estar sujeto a cada palabra que había pronunciado; sino que aquí hace estas afirmaciones para defender su caso. Ahora bien, esta defensa era justa; y aunque era totalmente rebuscada, y aunque iba de un lado a otro, sin embargo, sostiene justamente que su aflicción no era por causa de sus pecados, y que ellos no debían considerarlo como el hombre más malvado del mundo porque Dios había mostrado tal severidad contra él. Entonces, las proposiciones de Job eran correctas; de todos modos aun estaba en falta puesto que no reconoció todos sus vicios y puesto que ciertamente no siempre se consideraba culpable delante de Dios. Por eso se nos amonesta que hablemos con mucha prudencia. En Salmo 39:2 se dice, "Guardaré mi boca con freno, en tanto que el impío esté delante de mí, pero al final no me pude contener." David sabía bien que cuando los hijos de Dios son tentados, y se ven oprimidos por aflicciones, mientras que los malvados logran sus victorias y tienen vía libre, ello es una experiencia tan dura que nos resulta sumamente difícil contenernos y no murmurar contra Dios. Por ese motivo dice, "he resuelto mantenerme bajo control, he puesto un lazo sobre mi mandíbula inferior, he cerrado mi boca para no pronunciar una sola palabra; pero al final todas estas barreras fueron rotas, todas las resoluciones que había tomado no pudieron evitar que mostrase el deseo que había concebido en mi interior; y al final el fuego estalló." Con esto David muestra que es una virtud muy grande y muy rara, que seamos pacientes en silencio refrenándonos a nosotros mismos cuando los malvados nos oprimen, y sobre todo, cuando vemos que los malvados tienen su boca bien abierta para glorificarse ellos mismos y mofarse de nosotros. De manera que al unir este pasaje de David con el ejemplo de Job, debemos ser instruidos a callarnos cuando Dios nos aflige. ¿Y por qué? Porque de acuerdo a la violencia de nuestras pasiones aunque aprendamos a hablar con la debida sencillez y a alabar a Dios y a bendecirle, aun así no llegamos a ser tan prudentes y moderados que no se nos escape nada, que no se nos salga alguna bambolla, es decir que siempre seremos culpables en nuestras declaraciones. Entonces, aunque quizá no queramos blasfemar contra Dios, ni decir algo que no sea para honrarle, aun así puede ocurrir que seamos demasiado atrevidos en nuestro hablar; como cuando Job pidió que todo fuese escrito, que todo fuese grabado en un memorándum, que fuese esculpido o bien en la roca o en plomo, para que nunca pudiera ser borrado. Sigamos más bien el consejo de orar a Dios con respecto a las declaraciones que suponemos ser las más puras, para que nos perdone por las faltas cometidas con ellas. Porque aquel que sea capaz de refrenar su lengua (Santiago 3:2) tendrá una virtud poco frecuente. Puesto que estamos dispuestos a hablar el mal cada vez que podemos, y cuando suponemos haber hablado con perfecta rectitud, Dios hallará que todavía habrá algún exceso. Esto entonces es lo que debemos notar de este pasaje.
Ahora, para finalizar, Job agrega que él sabe que su Redentor vive. Ciertamente, en aquel entonces esto no podía ser entendido tan cabalmente como ahora; de manera que debemos entender la intención de Job al hablar de esa manera. Su intención, entonces, es que no estaba haciendo la parte de un hipócrita, presentando su causa delante de los hombres, y justificándoles a sí mismo; sabía que se las tenía que ver con Dios. Eso es lo que debemos saber con respecto a estas frases; si ellas fuesen tomadas fuera de su contexto, no serían de mucha edificación y no sabríamos lo que Job quiso decir. Por eso, recordemos lo que hemos discutido. ¿Qué es lo que sostiene Job? Sabemos que los hombres hacen todo lo posible por excusarse ellos mismos, en efecto, sin pensar en Dios. Les es suficiente que el mundo esté satisfecho con ellos, y en tal caso son considerados como caballeros. Esta es la hipocresía que engendra actitudes impúdicas, porque si no sé que Dios es mi Juez, ¡oh! me conformaré con que los hombres me aplaudan y yo tenga buena reputación entre ellos. ¿Y qué habré ganado? Nada, absolutamente. ¿Acaso no es una actitud muy impúdica cuando, aunque amonestado por mi propia conciencia, aunque convencido de haber hecho el mal, no obstante levanto una barrera y digo, "¿Por qué soy acusado? ¿Qué he hecho, acaso no tengo una buena causa?" Podré hacer hermosos intentos por disimular para cubrir mi pecado, y cuando así haya confundido los ojos de los hombres, he aquí mi caso habrá sido ganado. Pero ocurre lo que he dicho, la hipocresía engendra una actitud impúdica, es decir, que los hombres se atreven a defender su caso como bueno porque no tienen en cuenta a Dios.
Ahora bien, Job, en cambio, dice "yo sé que mi Redentor vive y que al fin se levantará sobre el polvo. Como si dijera, "quizá yo sea considerado un hombre malvado y desesperado, como alguien que ha blasfemado contra Dios, tratando de justificarme a mí mismo contra él. No, en absoluto, solamente quiero humillarme y descansar debajo de su gracia; sin embargo, sostengo mi integridad delante de ustedes porque veo que ustedes solamente proceden con calumnias. Entonces me defiendo de tal manera de tener en cuenta a Dios y tener mis ojos fijados en él." Ahora bien, de esto podemos y debiéramos deducir buenas enseñanzas; es decir, que no seamos como hipócritas, cubriéndonos delante de los hombres, haciéndoles creer que sostenemos un buen caso, y exhibiéndonos como caballeros mientras que nuestra conciencia nos está amonestando. Aprendamos, en cambio, a examinarnos a nosotros mismos, a conocer nuestros pecados y a humillarnos delante de Dios. Comencemos, pues diciendo, ¿Cómo estoy yo mismo? Es cierto que podría excusarme fácilmente delante de los hombres, ¿pero de qué me serviría delante Dios? ¿Acaso me aceptaría? No, de ninguna manera. De acuerdo con esto procedamos entonces todos, tanto grandes como chicos a venir ante este Juez celestial y que cada uno se presente allí para pedir perdón por sus faltas; y no dudemos de que al acercarnos sinceramente somos absueltos por él, no porque lo hayamos merecido, sino por su gracia y misericordia.
Ahora inclinémonos en humilde reverencia ante el rostro de nuestro Dios.