"Mi aliento vino a ser extraño a mi mujer, aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba. Aun los muchachos me menospreciaron; al levantarme, hablaban contra mí, Todos mis íntimos amigos me aborrecieron, y los que yo amaba se volvieron contra mí. Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos, y he escapado con sólo la piel de mis dientes. ¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí! Porque la mano de Dios me ha tocado. ¿Porque qué me perseguís como Dios, y ni aun de mi carne os saciáis? /Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas! ¡Quién diese que se escribiesen en un libro; que con cincel de hierro y con plomo fuesen esculpidas en piedra para siempre! Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo (Job 19:17-25).
Ahora Job todavía agrega algunos otros lamentos referidos a sus miserias, diciendo, "Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos, y he escapado con sólo la piel de mis dientes." Esto es para expresar mejor la proposición que ya hemos discutido, es decir, que sus enemigos ciertamente debieran estar satisfechos aunque fuesen semejantes a bestias con el único anhelo de devorar. Y ¿por qué? "Porque" dice, "ustedes ven en qué estado me encuentro. ¿Qué más quieren? ¿Acaso alguien puede desear mayor mal a una persona que el que Dios me ha mandado?" Ahora, cuando dice que su piel se le ha pegado a los huesos, es como si dijera que se ha secado completamente, que es como un cadáver, que ya no hay jugo ni sustancia en él. Al decir que ha escapado con la piel de sus dientes, es para indicar que no hay salud en él sino en sus encías, o que su piel se asemeja a sus encías, porque cuando la infección se ha esparcido en el cuerpo, la piel ya no se ve seca; tendrá, en cambio, el aspecto de las encías, es decir, cuando la descomposición se dispersa, todo es carcomido, y la carne se verá ensangrentada, y brotará mitad sangre y mitad agua, como de una herida, como también vemos que una herida tiene el aspecto de las encías. Así que entonces, Job está diciendo aquí que su aspecto humano estaba tan desfigurado que ya no se lo reconocería. Ahora, habiendo llegado a tal extremo, ¿No era razonable que sus amigos se dieran por satisfechos? Entonces, aquí se nos amonesta a tener más consideración que de veras tenemos de las aflicciones de nuestros amigos; y que, cuando Dios les envía algunas calamidades, debiéramos orar a él que nos quiera dar la gracia de tener nuestros ojos más abiertos para considerarlos, y de tenerlos bien en cuenta, para que puedan inducirnos a la piedad; que cada uno se ocupe de aplicar este remedio, lo mejor que puede; y que aun al final debiéramos esperar que siendo tocados por la mano de Dios, él manifiesta su misericordia.
Ahora, puesto que Job era acusado por sus amigos de haber blasfemado contra Dios, y de haberse justificado a sí mismo sin razón alguna, y de haberse enceguecido en sus vicios, sin reconocerlos; en vista de ello Job dice, "¡quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas! que con cincel de hierro y con plomo fuesen esculpidas en piedra para siempre, y como memoria permanente." Hablando de esa manera Job declara que no en vano ha conservado su inocencia, y que solamente teme aquello que sería un reproche para él delante de Dios; sabe que tiene buena causa para hacerlo. En resumen, esto es lo que sostiene. Ahora, es muy cierto con respecto de las declaraciones de Job, algunas eran exageradas. Dijo muchas cosas extravagantes; porque él mismo no se controlaba, y aunque tenía un fundamento bueno y razonable, y aunque su caso era aprobado por Dios, no obstante la presentación que él hacía era deficiente (como ya lo hemos dicho anteriormente) y muchas palabras escapaban de su boca que eran dignas de condenación. Entonces, ¿por qué dice ahora que quisiera que sus declaraciones fuesen asentadas por escrito? ¿No es acaso para traer doble condenación sobre su cabeza? Notemos que Job lo consideraba como principio, sin estar sujeto a cada palabra que había pronunciado; sino que aquí hace estas afirmaciones para defender su caso. Ahora bien, esta defensa era justa; y aunque era totalmente rebuscada, y aunque iba de un lado a otro, sin embargo, sostiene justamente que su aflicción no era por causa de sus pecados, y que ellos no debían considerarlo como el hombre más malvado del mundo porque Dios había mostrado tal severidad contra él. Entonces, las proposiciones de Job eran correctas; de todos modos aun estaba en falta puesto que no reconoció todos sus vicios y puesto que ciertamente no siempre se consideraba culpable delante de Dios. Por eso se nos amonesta que hablemos con mucha prudencia. En Salmo 39:2 se dice, "Guardaré mi boca con freno, en tanto que el impío esté delante de mí, pero al final no me pude contener." David sabía bien que cuando los hijos de Dios son tentados, y se ven oprimidos por aflicciones, mientras que los malvados logran sus victorias y tienen vía libre, ello es una experiencia tan dura que nos resulta sumamente difícil contenernos y no murmurar contra Dios. Por ese motivo dice, "he resuelto mantenerme bajo control, he puesto un lazo sobre mi mandíbula inferior, he cerrado mi boca para no pronunciar una sola palabra; pero al final todas estas barreras fueron rotas, todas las resoluciones que había tomado no pudieron evitar que mostrase el deseo que había concebido en mi interior; y al final el fuego estalló." Con esto David muestra que es una virtud muy grande y muy rara, que seamos pacientes en silencio refrenándonos a nosotros mismos cuando los malvados nos oprimen, y sobre todo, cuando vemos que los malvados tienen su boca bien abierta para glorificarse ellos mismos y mofarse de nosotros. De manera que al unir este pasaje de David con el ejemplo de Job, debemos ser instruidos a callarnos cuando Dios nos aflige. ¿Y por qué? Porque de acuerdo a la violencia de nuestras pasiones aunque aprendamos a hablar con la debida sencillez y a alabar a Dios y a bendecirle, aun así no llegamos a ser tan prudentes y moderados que no se nos escape nada, que no se nos salga alguna bambolla, es decir que siempre seremos culpables en nuestras declaraciones. Entonces, aunque quizá no queramos blasfemar contra Dios, ni decir algo que no sea para honrarle, aun así puede ocurrir que seamos demasiado atrevidos en nuestro hablar; como cuando Job pidió que todo fuese escrito, que todo fuese grabado en un memorándum, que fuese esculpido o bien en la roca o en plomo, para que nunca pudiera ser borrado. Sigamos más bien el consejo de orar a Dios con respecto a las declaraciones que suponemos ser las más puras, para que nos perdone por las faltas cometidas con ellas. Porque aquel que sea capaz de refrenar su lengua (Santiago 3:2) tendrá una virtud poco frecuente. Puesto que estamos dispuestos a hablar el mal cada vez que podemos, y cuando suponemos haber hablado con perfecta rectitud, Dios hallará que todavía habrá algún exceso. Esto entonces es lo que debemos notar de este pasaje.
Ahora, para finalizar, Job agrega que él sabe que su Redentor vive. Ciertamente, en aquel entonces esto no podía ser entendido tan cabalmente como ahora; de manera que debemos entender la intención de Job al hablar de esa manera. Su intención, entonces, es que no estaba haciendo la parte de un hipócrita, presentando su causa delante de los hombres, y justificándoles a sí mismo; sabía que se las tenía que ver con Dios. Eso es lo que debemos saber con respecto a estas frases; si ellas fuesen tomadas fuera de su contexto, no serían de mucha edificación y no sabríamos lo que Job quiso decir. Por eso, recordemos lo que hemos discutido. ¿Qué es lo que sostiene Job? Sabemos que los hombres hacen todo lo posible por excusarse ellos mismos, en efecto, sin pensar en Dios. Les es suficiente que el mundo esté satisfecho con ellos, y en tal caso son considerados como caballeros. Esta es la hipocresía que engendra actitudes impúdicas, porque si no sé que Dios es mi Juez, ¡oh! me conformaré con que los hombres me aplaudan y yo tenga buena reputación entre ellos. ¿Y qué habré ganado? Nada, absolutamente. ¿Acaso no es una actitud muy impúdica cuando, aunque amonestado por mi propia conciencia, aunque convencido de haber hecho el mal, no obstante levanto una barrera y digo, "¿Por qué soy acusado? ¿Qué he hecho, acaso no tengo una buena causa?" Podré hacer hermosos intentos por disimular para cubrir mi pecado, y cuando así haya confundido los ojos de los hombres, he aquí mi caso habrá sido ganado. Pero ocurre lo que he dicho, la hipocresía engendra una actitud impúdica, es decir, que los hombres se atreven a defender su caso como bueno porque no tienen en cuenta a Dios.
Ahora bien, Job, en cambio, dice "yo sé que mi Redentor vive y que al fin se levantará sobre el polvo. Como si dijera, "quizá yo sea considerado un hombre malvado y desesperado, como alguien que ha blasfemado contra Dios, tratando de justificarme a mí mismo contra él. No, en absoluto, solamente quiero humillarme y descansar debajo de su gracia; sin embargo, sostengo mi integridad delante de ustedes porque veo que ustedes solamente proceden con calumnias. Entonces me defiendo de tal manera de tener en cuenta a Dios y tener mis ojos fijados en él." Ahora bien, de esto podemos y debiéramos deducir buenas enseñanzas; es decir, que no seamos como hipócritas, cubriéndonos delante de los hombres, haciéndoles creer que sostenemos un buen caso, y exhibiéndonos como caballeros mientras que nuestra conciencia nos está amonestando. Aprendamos, en cambio, a examinarnos a nosotros mismos, a conocer nuestros pecados y a humillarnos delante de Dios. Comencemos, pues diciendo, ¿Cómo estoy yo mismo? Es cierto que podría excusarme fácilmente delante de los hombres, ¿pero de qué me serviría delante Dios? ¿Acaso me aceptaría? No, de ninguna manera. De acuerdo con esto procedamos entonces todos, tanto grandes como chicos a venir ante este Juez celestial y que cada uno se presente allí para pedir perdón por sus faltas; y no dudemos de que al acercarnos sinceramente somos absueltos por él, no porque lo hayamos merecido, sino por su gracia y misericordia.
Ahora inclinémonos en humilde reverencia ante el rostro de nuestro Dios.