Aferrados en Cristo
por R.M. McCheyne
Dije a los guardas que rondan la ciudad: ¿Habéis visto al que ama mi alma? Pasando de ellos un poco hallé luego al que mi alma ama.; trabé de él y no lo dejé hasta que lo meti en casa de mi madre y en la cámara de la que me engendro» (Cantar de los Cantares 3:34).
¿Habéis hallado al que ama vuestra alma? ¿ Habéis visto hoy su belleza, habéis oído su voz, creído su testimonio, os habéis sentado a su sombra disfrutando de su compañía? Entonces trabad de Él y no lo dejéis marchar.
I. LOS MOTIVOS.
1. Porque en Él se halla la paz. - "Justificados, pues, por la fe tenemos paz para con Dios". No paz con nosotros mismos, no paz con el mundo, no con el pecado ni con Satanás, sino paz con Dios. La verdadera paz con Dios sólo se halla creyendo, manteniéndose cerca de Cristo. Si le dejáis marchar, perderéis vuestra justicia con Él, porque éste es su nombre. Os hallaréis sin justicia, sin escudo ni refugio que os defienda de la ira que vendrá, sin camino que os conduzca al Padre. La ley volverá a condenaros, la ira de Dios se volverá contra vosotros, volverán a asediaron los temores y los espantos de conciencia. Por tanto, trabad de Él y no le dejéis. Dondequiera que vayáis no dejéis marchar a Cristo, porque "Él es nuestra paz". No radica nuestra paz en nuestros conocimientos, ni sentimientos, sino tan sólo en Él.
2. Porque de Él dimana la santidad. - No existe verdadera santidad, sino brota de Él. De un Cristo vivo procede la santidad de todos sus miembros. En la medida en que nos acogemos a trabarnos de Él poda fe y no le dejamos, en la misma medida tenemos asegurada nuestra santidad. Él ha sido ungido y se le ha constituido como Guardador para guardarnos sin caída. Nos ama demasiado para permitir que caigamos bajo la tiranía del pecado otra vez. Su palabra está comprometida: "Derramaré mi Espíritu en vosotros". Su honor queda empañado si alguno de los que acuden a Él se permite vivir en pecado. Si le dejáis marchar, caeréis en el pecado. Carecéis de poder, no disponéis de gracia, ni tenéis fortaleza para resistir a vuestros miles de enemigos, ni promesas de que los venceréis sino es en Cristo. "Si Cristo está con vosotros, ¿quién contra vosotros?" Pero si vosotros permitís que Él no quede con vosotros, ¿qué será de vosotros?
3. Porque la esperanza de la gloria se halla en ÉL - Nos regocijamos en la esperanza de la gloria de Dios. Si habéis hallado a Cristo, en Él habéis encontrado el camino de la gloria. Unos pocos pasos más -podéis decir- y os encontraréis para siempre con el Señor. " Yo seré librado de las penas y tristezas, librado del pecado y de toda flaqueza, librado de todos los enemigos. En la medida en que trabe de Cristo, en la misma medida veré abierto el camino hacia el día de juicio, abierto el camino hacia la gloria". " Hazme guiado según tu consejo y después me recibirás en gloria." Esta esperanza inundará tu alma de gozo y de deseos de ser llevado al mundo nuevo, al cielo aparejado para los santos. Pero si Cristo marcha, juntamente con Él desaparecerá todo. Si Cristo se va, si lo dejas ir, ¿en qué situación y de qué forma morirás? El sepulcro se halla rodeado de amenazadoras nubes. Si no mantienes a Cristo contigo, ¿cómo te presentarás al juicio, dónde aparecerás tú?
II. LOS MEDIOS.
I. Cristo promete guardarte sosteniendote de Él. - Si hoy realmente te hallas unido a Cristo, tu situación es muy bendita porque Cristo se compromete a mantenerte cerca de Él. " Mi alma está pegada a ti: tu diestra me ha sostenido" (Salmo 63:8). El Creador del mundo es también su sustentador y del mismo modo el que ha dado vida a un alma regenerada, la mantendrá en su bendito estado. Esto no debemos olvidarlo nunca. La Iglesia no sólo se apoya sobre Cristo, sino que además Éste coloca tiernamente su izquierda sobre su cabeza y con su derecha la abraza. "Yo enseñé a Efraín a andar, sosteniéndolo del brazo".
Es muy consolador para un niño cogerse al cuello de su mamá; ¡ah! pero ¡qué frágil resultaría su seguridad si dependiera de su débil fortaleza para sostenerse de su madre! Par eso la madre rodea a su hijo con su brazo y lo aprieta contra su seno. La fe es buena, pero no es nada sin la gracia del que la da. "Pondré mi temor en vuestros corazones".
2. La fe en Cristo. - El único medio para perseverar hasta el fin es la fe, es creer y confiar en Cristo más y más. Procurad un amplio conocimiento de Cristo, de su persona, de su carácter. Cada página del evangelio descubre un nuevo rasgo de su carácter, cada línea de las epístolas muestra nuevas profundidades de su obra. Procuraos más fe y obtendréis un más firme sostén, un más sólido fundamento. Una planta que tenga una simple raíz, fácilmente puede ser desarraigada con un sencillo tirón de manos, o aplastada con las patas de cualquier animal, o arrancada por el mismo viento. En cambio, una planta que tiene miles de raíces bien arraigadas en el suelo, permanece en pie. La fe es como la raíz. Muchos creen un poco acerca de Cristo; creen en algún hecho. Toda nueva verdad relativa a Cristo constituye una nueva raíz bien arraigada. Creed, además, muy intensamente. Una raíz puede tomar una dirección correcta en su acción penetradora, pero si profundiza poco, también fácilmente se puede arrancar. Pedid al Señor os conceda una fe profunda, bien arraigada en vuestra alma y en las verdades del evangelio; pedid que sea corroborada, fortalecida, robustecida y bien arraigada. Procurad del Señor arda en vuestro corazón un deseo de mirar a Jesús, intenso y constante. Si vosotros queréis conocer bien a alguna persona y ella ha de estas con vosotros una sola vez para, en breve, marchar, contempláis sus rasgos, su carácter muy intensamente, porque intenso es vuestro deseo de conocerla. Pedid al Señor que os conceda esa intensidad de deseo de conocer a Jesús para contemplarle profunda e intensamente hasta que cada rasgo de su ser quede grabado en vuestro corazón. Tomás Scott ahuyentó su temor de la muerte mirando intensamente a su hijo que había muerto en el Señor.
3. La oración. - Jacob en Betel. "¿Tomará alguien mi fortaleza?" (Isaías 27:5). Debes comenzar a orar de otra forma de como hasta ahora lo has hecho. Haz que la oración venga a ser un pacto real con Dios, pacto como el que tuvo Ezequías, o Jacob, o Moisés.
4. EL no ofender a Cristo. - Primero: por negligencia. Cuando el alma se vuelve perezosa o descuidada, Cristo se va. No hay nada que ofenda tanto a Cristo como la pereza espiritual. El amor siempre está vivo, activo, y cuando nuestro corazón ama, siempre se mantiene despierto. Muchas noches el amor de Cristo le mantuvo despierto. "¿ Ni siquiera una hora puedes velar tú por Él y con Él?"
Segundo: por medio de nuestro amor a cualquier cosa que la hagamos nuestro ídolo. No podéis trabaros de los ídolos y de Cristo. Si hoy trabáis de Cristo, mañana no debéis acogeros a ningún ídolo; de otro modo Él se irá. Es un Dios celoso. No podéis ser amigos de compañías mundanas y de Cristo al mismo tiempo. "El que acompaña al necio perecerá". Cuando el arca de Dios fue llevada al templo de Dagón, el ídolo se desplomó y cayó al suelo.
Tercero: El no querer ser más santificado. - Cuando Cristo nos escogió y nos atrajo hacia sí mismo, lo hizo para santificarnos. A menudo Cristo es herido por nuestro deseo de reservarnos un solo pecado, sólo uno.
Cuarto: El vivir santamente en tu hogar. - "Lo metí en casa de mi madre". No olvides que debes llevar a Cristo en tu corazón y manifestarlo en tu conducta en el hogar. Es una buena piedra de toque para que conozcas tu relación con Cristo. Si sólo te comportas cristianamente fuera de casa y nunca esa conducta se manifiesta en tu hogar, teme que incluso la primera sea falsa. Pronto Cristo dejará tu compañía y se irá de ti.