1.- Al quebranto debe seguir una decisión. ¿Por qué necesito el quebranto? Porque no decidiría por el Señor a menos que él me tocara como lo hace cada vez que me quebranta. El cambia nuestros gustos y nos "agrada hacer la voluntad de Dios (como el Señor: "Entonces dije: He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de mí; el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu Ley está en medio de mi corazón Sal. 40:7-8)
2.- Si la decisión no sigue al quebranto, volvemos a lo mismo.
3.- La decisión la tomamos cada día con sentimiento o sin él. Es absolutamente válida.
4.- No podemos mantener nuestra decisión si no velamos y oramos. Orar para que Dios mantenga nuestro corazón en humildad. Velar, porque nos podemos distraer de lo más importante: glorificar a Dios.
5.- La decisión se basa en la palabra de Dios que dice: ..sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.. (Rom.6:6)
6.- La decisión es nuestra. La renovación la opera la cruz al destruir el cuerpo del pecado y tener la libertad de gobernar nuestra vida. Dice Efe.4:22 "En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está corrompido por los deseos engañosos, renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre...
7.-- ¿Cómo sabremos que nuestra voluntad está rendida?. No decidiremos cosa alguna por preferencias personales, gustos, lazos familiares, amistades, sino bajo la estricta sentencia de 1º Cor. 10:31 "Si, pues, coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios Esta puede ser la prueba de fuego, no siendo dominados por nada sino por el Señor.
IV.- La vida del Espíritu:
1.- Que Dios da vida a nuestro espíritu. Es el espíritu que funciona bajo la vida y la dirección de Dios. Dios no cambia nuestra alma ni la anula, cambia la dirección de ella, als er guiada por nuestro espíritu. Dios no piensa por nosotros, nosotros pensamos pero bajo el dominio de nuestro espíritu. Nuestros pensamientos tendrán origen celestial. Se habrá hecho realidad o daremos lugar a lo que dice la Escritura: Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo (2ª Cor. 2:16).2.- Es maravilloso vivir con esa mente, que es la de Cristo. Ya no seremos "naturales o "anímicos o "carnales sino espirituales. Así nuestra vida espiritual se va desarrollando y cobrando fuerzas y se llega a ser normal vivir por el Espíritu.
3.- El no nos da detalles de cómo tenemos que pensar o vivir (los fósforos de la hermana). Nos da libertad. Pablo en viajes misioneros: entendemos su libertad para planificar en el temor del Señor. Cuando Dios quería modificar, hablaba y ellos rectificaban de inmediato (ver Hech. 16:6-10)
4.- Nuestra experiencia al enviar los obreros, no por razones personales de preferencias, gustos, sino: (1) por palabra específica de Dios. (2) Por la libertad que Dios nos da en tener consenso y abiertos a los cambios que Dios marque.
5.- Es importante saber si lo que hemos hecho ha sido de la carne o del espíritu, pero más importante es saberlo antes de ejecutar un acto. David sabia que sus decisiones eran espirituales en sus tratos con Saúl, pero Saúl no lo sabía hasta que vio derrumbarse su vida. Cuando Pablo está terminando su vida, no tiene dudas de que lo que ha hecho lo ha edificado en el Espíritu (2ª Tim. 4:6-8) Algunos creen que hacer las cosas en el Espíritu es no estar seguros nunca de que lo que hacemos lo hacemos para el Señor.
6.- Ya no será necesario esperar un avivamiento. Viviremos en el fuego del Espíritu cualquiera sea nuestra situación. No será cuestión de entusiasmo o depresión,.de que tengamos más o menos "suerte
7.- En la vida del Espíritu no habrá vestigios de "ira, enojo, malicia, blasfemias, palabras deshonestas... (Col.3:8), sino que se mostrará por los frutos: amor, gozo, paz...la vida que se menciona en 1ª Cor. 13 que todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. la conducta de las bienaventuranzas: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orar po los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos... (Mat.5:44-48), etc.